sábado, 5 de julio de 2008

Lo macabro III

Una macabra y enorme figura paseaba por entre las lápidas con un paso aterrador, frío y descorazonador en medio de la más completa oscuridad. Aquel espectro de unos dos metros de altura avanzaba lentamente hundiendo sus botas en la húmeda tierra de aquel cementerio. Sus largos cabellos oscuros le cubrían casi en su totalidad el rostro, y sus negras vestiduras le hacían confundirse con lo más profundo de la noche. Sus pasos eran como dentelladas asesinas, como violentos golpes que castigaban con suma dureza el silencio de aquella morada eterna.

Un prácticamente derruido muro de piedra limitaba aquel recinto funerario donde se apiñaban sin ningún orden aproximadamente unas cien tumbas. Las lápidas estaban totalmente destrozadas, y en el aire se podía sentir una extraña sensación que perturbaba la propia supervivencia. Todo era muerte, no sólo el hecho de que allí reposaran todos esos cuerpos sin vida, ni las tumbas, ni aquellas siniestras lápidas; había algo más. Ese sentimiento macabro parecía bajar directamente de la oscura noche, de la noche sin luna que cada vez se cerraba más.

La lluvia hizo acto de presencia, cayendo cada vez con más intensidad, llegando incluso a agitar el suelo con extrema violencia. Sin embargo la funesta figura no se inmutaba y seguía su sádico paseo, su ir y venir entre todas aquellas lápidas. Comenzaron a caer piedras del cielo, aquella lluvia parecía querer unirse a la muerte que allí se respiraba con su violencia. El silencio se rompió por completo ante el impacto de aquellos misiles contra el suelo, una sinfonía asesina comenzó a sonar gracias a todo aquel estruendo. Pero la figura seguía paseando, impasible, como si aquella lluvia que tan repentinamente había empezado no existiera.

La furia del aquel tenebroso cielo negro se volcó sobre las lápidas del vetusto cementerio, y pronto comenzaron a caer rayos aniquiladores sobre los árboles más cercanos. La devastación se completaba con las llamas que se prendían en éstos. La noche bramaba con sus truenos, gritaba, lanzaba su devastador ataque sobre aquel lugar de reposo eterno. La tenebrosa figura detuvo entonces su caminar y como entrando en ese juego de violencia, miró hacia el enfurecido cielo. Extendió sus larguísimos brazos mostrando toda su envergadura, y acto seguido un rayo cayó sobre él.
 
Clicky Web Analytics