domingo, 10 de agosto de 2008

Lo macabro VIII

A lo lejos parecía haberse visto un impresionante resplandor que cortaba por la mitad la oscuridad de aquella noche eterna. El paisaje volvía a ser negro, todo parecía estar en torno a la nada, sin embargo, ese resplandor parecía haber dejado muy sensiblemente sus huellas. Poco a poco la oscuridad parecía disiparse, y una claridad que no se sabía muy bien desde donde salía hizo acto de presencia en medio de aquel juego entre la nada y un paisaje fantasma.

La figura de la capa seguía avanzando, pero cada vez lo hacía con menor dificultad. El viento había cesado su fuerza demoledora, y era ahora un silencio bastante aterrador lo que acompañaba a aquel siniestro caminante a cada paso que daba. Estos pasos se aceleraban cada vez más, como si una endemoniada prisa se hubiera apoderado de sus piernas. Y en realidad no había ninguna aparente razón para incrementar el ritmo de los pasos, ya que todo a su alrededor era la nada.

Pero de pronto unas muy vagas siluetas se comenzaron a construir ante su penetrante mirada. Su andar continuaba firme, y cada vez más estas macabras siluetas en mitad de ningún sitio comenzaban a tomar forma. La distancia se iba recortando, y la visión cada vez era más aproximada de lo allí se escondía. La oscuridad era grande todavía, pero esa claridad que iba paulatinamente creciendo dejaba entrever lo que allí aparecía como salido de ninguna parte.

La entrada de un tétrico y derruido cementerio se alzaba ante esta misteriosa figura que había ido reduciendo poco a poco la velocidad de su caminar hasta quedar completamente parada. Bajo su sombrero de ala ancha, sus irritados ojos observaban con contundencia y a la vez algo de asombro aquel escenario que estaba en la más absoluta calma. Dio unos pocos pasos y se introdujo en aquel lugar. De pronto, su mirada se llenó de terror, y sus ojos se abrieron de par en par ante el extraño suceso que comenzaba a acontecer.
 
Clicky Web Analytics