sábado, 2 de agosto de 2008

Lo macabro VII

Unas extrañas campanadas sonaban desde hacía rato, y aquel enorme personaje continuaba impasible en medio de las lápidas. Nada parecía tener sentido en aquel lugar, sin embargo aquella figura presagiaba alguna anomalía en mitad de la funesta casa de reposo. Las campanadas sonaban con más intensidad y fuerza a cada fracción de tiempo, su sonido se hizo mucho más grave que al principio, y la sensación de muerte comenzó a dejarse notar en medio de la oscuridad.

El enorme y siniestro personaje extendió de nuevo sus amplísimos brazos, sus ojos comenzaron a brillar con una luminosidad increíble, y de sus dedos comenzaron a salir pequeños rayos azules. Su mirada se elevó al cielo, a lo más oscuro de aquella tenebrosa noche, y sus labios comenzaron a despegarse al son de aquellas violentas campanadas. Unas susurrantes palabras dichas en un extraño idioma salieron de su garganta, de pronto la oscuridad pareció moverse, como abalanzándose sobre aquel cementerio. Por sus dedos comenzaron entonces a dispararse cientos de rayos que no hacían sino impactar de lleno en aquellas tumbas que había sembradas por todas partes.

Las lápidas quedaban totalmente destruidas y la tierra se agrietaba ante la violencia de esos tenebrosos haces de luz. Aquel enorme ser comenzó a gritar de forma endemoniada, como si la locura se hubiese apoderado de él, mientras su cuerpo era también devorado por los rayos que él mismo expulsaba. El dolor penetraba por todas las capas de su piel, pero aquella escena continuaba su curso. Chispas y explosiones se sucedían en medio de un impresionante juego de luces. El oscuro ser comenzó a ser devorado por aquellos rayos destructores, y lanzando un último y estremecedor grito, su cuerpo desapareció desintegrado por una gigantesca columna de luz.

Todo quedó en silencio, incluso las siniestras campanadas habían desaparecido, la oscuridad y la noche volvían a reinar en aquel maléfico lugar. La escena estaba totalmente arrasada, las lápidas estaban absolutamente destruidas, el suelo se había agrietado, los restos de aquel fenómeno podían notarse a simple vista. Todo realmente volvía a estar tranquilo, pero a pesar de eso, el sentimiento de muerte que allí se respiraba no cesaba, incluso parecía haberse intensificado. Aquellas tumbas habían quedado impregnadas por el lado macabro de aquella noche.
 
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