Salgo a pasear, aunque tampoco es una muy buena decisión cuando nada más pisar los primeros adoquines de la acera empiezo a sentirme observado por ojos delictivos que siguen mis pasos en busca de una buena captura carterista. Creo que lo van a tener complicado, Zetaparo el destrozavidas ya me ha dejado más miserable que una rata, casi mejor que si quieren atracar a alguien se vayan a Moncloa o a la residencia del Piolín Blanco. Camino y camino rodeado de sudakas y morenos que me sueltan improperios en extrañas lenguas, de vez en cuando un moraco con túnica hasta los pies se para ante mí y me suelta alguna estúpida morería. Ni les contesto, no vaya a ser que empiece el show de las navajas o las pistolas y al darse cuenta de que no voy armado para responder a su agresión me rajen de arriba abajo. Me imagino que esto que estoy recorriendo son las calles de la nueva España, la de la pseudo-tolerancia y la alianza de mierdalizaciones. Sólo falta ahora que aparezca un grupo de feminazis perturbadas disfrazadas de amazonas y, cuchillo en mano, me castren al grito de "machista maltratador". Creo que debería marcharme de una puta vez de este extraño y surrealista país que, curiosamente, es el mío.
Parece que he cambiado de barriada, ahora lo único que veo a ambos lados de la calle son vagabundos, tirados sobre cartones, rebuscando en contenedores o sentados en bancos con un cartón de vino. Siento pena por ellos, será que no soy un jodido votante nazisociata, esa gentuza que disfruta viendo como sus semejantes y compatriotas se quedan sin empleo, trabajo, techo y comida y se ríen de ellos. La mayoría de estos maltratados sociales no tienen una pinta excesivamente denigrada, simplemente parecen personas otrora pudientes o de clase media que gracias a las locuras socio-laborales de un desgobierno iluminado y completamente perturbado, han acabado en esta triste situación. Y lo peor es que todos podemos acabar así, algunos ya lo hemos hecho, ya hemos sentido el fijo de la navaja, de esa asquerosa locura aniquiladora de los malévolos votantes y simpatizantes del puto PSOE. Pero a ellos les da igual, se lo pasan bien con todos estos destrozos sobre personas, familias, negocios y empresas. Camino y sigo caminando viendo la desolación que estos auténticos hijos de la gran puta han creado en España. Es entonces cuando me viene a la mente que habría que coger a todos estos pordioseros, crear con ellos un batallón armado y montar tal levantamiento civil que no quede ni un jodido nazisociata en pie por los siglos de los siglos. Todo se andará.