Y no sólo sucede con este asunto de los títulos universitarios. Ni mucho menos se trata de un caso aislado, es una gota más dentro de este vaso que se llena con la puta y patética tolerancia hacia unos países que parece ser que por hablar el mismo idioma que nosotros (algo muy discutible porque yo a algunos no les entiendo) ya tienen más derechos y prioridades que otros muchos con bastante más cosas en común con España que todos esos putos salvajes. Se trata de los países más atrasados del mundo, con mayor delincuencia, gentuza, ladrones y vagos por metro cuadrado, pero como seguimos teniendo el puto síndrome de occidente y un extraño sentimiento de culpabilidad hacia esos putos monos, vaya usted a saber por qué, pues dejamos que nos invadan, que nos humillen, que campen a sus anchas por nuestras calles y delincan casi con total impunidad. Y encima tenemos que pedirles perdón.
El mismo ejemplo podemos aplicar a la famosa convalidación de permisos de conducir. No quiera nadie saber cómo son allí las pruebas para conseguir una licencia, y encima en muchos de los casos para seres que no saben conducir más que carros tirados por burros. Lo peor es que luego aquí se les deja a los mandos de un vehículo (encima hasta se les dan ayudas para comprarlo) y al final pasa lo que pasa. Accidente, sudaka a la fuga y español muerto o parapléjico, pero qué guays que somos todos. Y curiosamente en el caso este de los títulos universitarios, tres cuartos de lo mismo, con dos abuelas que casi se van al otro barrio porque dos pseudo-médicos les habían recetado unos medicamentos que en lugar de arreglarles la salud las iba a mandar directas al hoyo. Pero como aquí hay que ser un progre, un teletalanzeta y un gilipollas moderno guay anormal, pues vamos todos a ser muy sudakitas que está de moda. Bailemos sus danzas selváticas, hablemos como ellos, como si tuviéramos mierda en la boca, y ya de paso llamémosles hermanos. Pues serán hermanos de la vicebicho, porque yo no soy hermano de un puto simio ni muerto.