Pero vamos a lo que vamos, la Falcón nació en Madrid en 1935 y a pesar de ello su obsesión por el radicalismo siempre la mueve en dirección a Cataluña, donde hizo sus primeros pinitos políticos dentro, cómo no, de partidos ilegales radicales. Estudió Derecho, Periodismo y Filosofía y ejerce como abogada, siendo conocidos sus viscerales ataques feministas en procesos de separación de parejas. Durante el franquismo fue investigada y no precisamente por su activismo feminista, sino por formar parte del Partido Socialista Unificado de Cataluña, formación ilegal de tendencia comunista con reminiscencias de apoyo al terrorismo. En 1976 crea el Colectivo Feminista de Barcelona, la revista Vindicación feminista y la editorial Ediciones del feminismo. Como se puede apreciar en las referidas nomenclaturas, la obsesión de esta tipa era realmente muy grave (y lo sigue siendo). En 1977 crea su propio partido político, lógicamente llamado Partido Feminista, a pesar de lo cual ella en muchas ocasiones ha preferido votar al PSOE. Muy bien no está la señora, desde luego.
Desde el año 1979 dirige la revista Poder y libertad, actividad que compagina con la abogacía y con la publicación de varios libros muy en su línea del insulto fácil y el odio hacia lo masculino. Pero su salto definitivo a la fama se produce a partir de finales de los años 90 cuando descubre el maravilloso mundo de las tertulias televisivas. A pesar de que en muchos programas se la llegó a vetar por sus conocidos malos modales, su rastrerismo y el insulto continuado e injustificado, con la llegada del desgobierno nazisociata de Rodríguez Zapatero se le da carta blanca en la mayoría de los manipulados medios de comunicación. Así en los últimos años hemos asistido a escenas deleznables protagonizadas por esta tarada mental, haciendo callar a todos los contertulios en un programa de Antena 3 a base de alaridos y palabras malsonantes. O sus arranques de ira que le hacen abandonar el plató lanzando insultos por doquier cuando alguien le razona las cosas con calma y sosiego y no son como a ella le gustaría que fuesen. Como anécdota decir que cierta noche juerguística el vikingo macabro coincidió con ella en un sórdido local de copas y no veas la trompa que llevaba la tiparraca, pero eso sí, por lo menos, no habló de feminismo.